jueves, mayo 31, 2012

LA MUJER DEL MILITAR


La verdad es que hoy no pensaba postear nada, pues estoy más enfermo que perro sin vacunas. Con gripe, toz, fiebre, etc., es decir todo indica que ya me agarró el distemper o el parvovirus, pues además tengo una diarrea mental más grave que la habitual, cosa que hace que mi única neurona, esa que funciona a medias, sólo tenga facultades para pensar en limpiarse el poto.


Pero, en medio de la pepeada antigripal y la fiebre, sumada a las pastillas, electroshocks y demás tratamientos que en este manicomio me dan para mi locura, he tenido una nueva revelación de esas que nos vienen a los profetas, y la verdad que es terrorífica, pero por ahora el alma no me da para escribírselas, así que prometo contársela mañana, sólo les puedo adelantar que es algo de política, y que junto al supuesto terremoto grado 10 que se  nos viene, el terremoto será como ir de paseo a Disneylandia.

Pero no quería dejarlos sin algo muy bueno que me enviaron y que es algo que, si bien fue escrito para la realidad colombiana, al leerlo en su totalidad, se quedarán helados al ver lo iguales que estamos de Jodidos, con el terrorismo y el maltrato paralelo que reciben nuestros heroicos soldados y fuerzas del orden en general por parte de ambos estados.

 LA MUJER DEL MILITAR

Esta mujer se pregunta ¿Qué pasa en Colombia? y -entre otras cosas- responde:
Pasa que cerca del 85% del Ejército le teme a los procesos judiciales que tienen como claro fin el de perseguirlos y condenarlos.
Pasa que ese gran Ejército no realiza operaciones ofensivas porque no quieren asumir semejante riesgo judicial.
Pasa que esos “jueces” están sacando sentencias cada vez peores, en las que ellos no tienen ni idea del accionar de la Fuerza Pública, actuando de mala fe y en obediencia a una oscura ideología política que quiere meter presos a los defensores de la Democracia.
Pasa que no tenemos una Justicia ni imparcial, ni autónoma, ni independiente.
Pasa que los Militares no confían en esa Justicia que actúa bajo orden del narcotráfico.

Hoy  Quiero ser vocera de la “mujer” del militar. Utilizo este término tan español porque es, primero, una palabra que me encanta y porque siento, además, que esta palabra abarca toda la esencia de lo que quiero describir: es decir, a la madre, a la esposa, a la hija y a la compañera del militar. Es una palabra que me identifica e identifica a muchas mujeres que conozco y a otras que no conozco, mujeres anónimas que están sufriendo y padeciendo en silencio la misma carga que estoy llevando desde hace cinco años, y que ellas viven también como esposas, madres y compañeras.
Estas mujeres, en su mayoría, son jóvenes. Algunas podrían ser mis hijas. Ellas son esposas de suboficiales, tenientes, capitanes y mayores. Pero también ya hay esposas de coroneles y generales que están viviendo esta misma angustia.

Ellas han tenido que compartir la vocación de sus esposos, porque ser militar no es un empleo, es una vocación. Muchas se han tenido que quedar solas en sus casas y a cargo de su hogar y de sus hijos, mientras sus esposos parten a recónditos lugares de Colombia a cumplir labores de orden público con incomodidades y sufrimientos, y muchas veces en completo silencio durante largos días porque ellos, por seguridad o por estar en sitios apartados, no pueden entrar en comunicación con nadie.
Ellas son mujeres valientes, tan valientes como sus esposos, ya que cuando se vive de esa manera hay que aprender a ser valiente, hay que enfrentar los problemas que se presentan sin el apoyo de ellos. Hay que hacer de padre y madre en muchas ocasiones y explicar a los hijos la ausencia de un padre que ha entregado su vida a la patria porque ha jurado defenderla. Y porque, además, quiere dejarles a ellos un país libre de terroristas paramilitares y narcotraficantes para que sean felices y tengan un mejor vivir y más oportunidades.

Y aunque a Ud. querido lector lo que le estoy narrando le puede parecer una vida sacrificada y dura esta es la parte linda de la historia de la vida de la mujer del militar! Sí, linda porque ella sabe que su esposo o su padre o su hijo han decidido llevar esa vida de amor a la patria. Y al hacerlo ellos se están realizando como personas. Linda, porque ella se contagia de ese patriotismo y de ese amor a su país. Porque se siente casada con un hombre valiente e íntegro. ¡Porque sabe que en un país en guerra como el nuestro los héroes si existen! ¡Y porque su esposo, su padre, su hijo o su compañero es uno de ellos!
La parte infame y cruel llega cuando, al poco tiempo o, en nuestro caso, después de 23 años de esfuerzos y de disciplina, y muchas veces cuando estos hombres ya están retirados y disfrutando de su vida familiar, o trabajando en otras labores, aparece un representante de la Fiscalía General de la Nación y lo primero que hace es privarlos de la libertad para investigarlos porque, según algunos de esos actores, ellos “son un peligro para la sociedad”.

Después viene la racha de acusaciones insensatas. Acusan de delitos atroces y de “lesa humanidad” precisamente a quienes combaten en el monte por la paz, la justicia y las libertades en Colombia. Los acusan de haber asesinado “campesinos inocentes” como si eso de internarse en la selva no fuera una actividad legítima, con objetivos precisos y regida por normas militares muy estrictas. Como si dejar sus cuarteles y sus seres queridos para ir a vivir en la manigua, en la humedad, el barro, el calor, el frío, en las peores incomodidades, para exponerse a ser herido, o mutilado o muerto, o a contraer enfermedades, fuera un acto banal y aventurero. No, la vida de un militar de Colombia no es eso.

El militar de Colombia no emprende misiones para ir a ultimar civiles inocentes. Pues los frentes guerrilleros, los campamentos terroristas, los bunkers disimulados, la emboscada sorpresiva, los campos minados, los cultivos de droga, las caletas marinas y submarinas, todo eso existe en nuestra geografía y esos son, precisamente, los objetivos de las patrullas militares que protegen al país, sin hablar de las misiones que ellas deben acometer en las ciudades contra esos mismos adversarios.
A los que no estuvieron en un combate preciso se les acusa muchas veces, y muchos años después, de haber dado las órdenes de tal “agresión”, y se los muestra enseguida como responsables “indirectos” de un crimen, o de cualquier otra cosa, aunque todo ello sea inverosímil e incoherente respecto de los factores de tiempo y lugar. Lo que importa es acusarlos.

En ese momento, las mujeres tienen que sacar toda su fuerza y su valor. Sus esposos quedan detenidos y la primera angustia es saber si serán llevados a sitios de reclusión idóneos o a unidades militares y no a cárceles comunes y lejanas donde ellos se encontrarán posiblemente con gente que han combatido.
Si el militar está activo le congelan parte de su salario. Así, además, su familia queda ante un terrible problema económico. Para seguir sosteniendo el hogar, ella tiene que ser fuerte. Ella es el apoyo moral de su esposo en momentos en que él siente la amargura de la injusticia que cae sobre él luego de haber entregado su vida a un país que aparentemente lo deshonra y lo trata como un delincuente.

Lo peor no son los grandes titulares y las noticias tendenciosas y a veces francamente tóxicas que publican los medios. Lo más triste es saber que todo eso tiene consecuencias psicológicas que afectarán durablemente a sus hijos, sobre todo si ellos son menores o adolescentes. El esfuerzo principal debe ser dirigido a impedir que la mentira se imponga y que ellos empiecen a dudar de la honorabilidad de su padre.
Hay que hacer que ellos comprendan otra cosa importante: que en Colombia hay una guerra que dura ya más de medio siglo y que los enemigos de la patria, ante su fracaso militar, tratan ahora de ganarla manipulando los estrados judiciales y que su padre es una víctima de ese andamiaje.

Otro factor que la mujer del militar y su familia deben encarar con seriedad es que la creencia de que todo eso se resuelve con abogados no siempre es cierta. En muchos casos, el derecho es impotente ante la maniobra y el sólido montaje subversivo. A pesar de que existe una defensoría militar hay que saber que cada abogado de esa defensoría debe hacerle frente a sesenta casos, pues ya son cerca de cinco mil los militares detenidos. En esas circunstancias, muchas veces toca conseguir un abogado particular sin tener recursos.

El sufrimiento que están teniendo las mujeres de los militares colombianos es un dolor desconocido por el país. Ese dolor se extiende a sus hijos, a sus familias y a sus amigos. Sin embargo, parece como si todo el mundo ignorara que ese dolor existe. Yo sé de qué hablo.
Lo entiendo porque es mi propio dolor. Es el dolor que genera el atropello, es el dolor que se desprende de la infamia, es el dolor de emana de la arbitrariedad y de la crueldad de una minoría extremista y desalmada.

Es el dolor de la INJUSTICIA!


En  esta noche de desvelo, en la que estuve orando y pidiendo a Dios, como hago desde hace cinco años, para que mi alma no se llene de resentimiento, he decidido redactar estas líneas a manera de homenaje a todas las mujeres de militares que conozco y que no conozco, pero que existen. Fuerza a ellas en su lucha.

QUE PASA QUE EN COLOMBIA NADIE DICE NADA? YA NO MAS SILENCIO!

Vemos como condenan a nuestros héroes y nadie dice nada…
Nos indignamos en esta Nación cuando se pierde un partido, cuando cierran una calle, cuando hay tráfico … Pero callamos cuando el atropello es contra nuestros héroes, contra nuestras FF.MM.!
Acá los medios han comenzado a callar, modifican, cuentan a medias o tapan cuando el afectado es ese héroe anónimo que nos defiende allá internado en la selva. Que peligro y que desilusión…
Cuando me sentaba a hablar con mi abuelo, Antonio Martínez Gil (QPD), hablaba con tanto honor, respeto y admiración por ese Ejército Nacional que transmitía esa pasión en cualquiera de sus historias.

Qué pasa en Colombia que ya no tenemos esa pasión y admiración?

Qué ha pasado? Que tanto hemos cambiado para olvidar a ese héroe que desde la selva, permite que nosotros estemos tranquilos?
Nos escandalizamos porque hubo un cambio de horario en un programa de TV, pero nos hacemos los tontos cuando escuchamos que a ese Soldado anónimo lo están poniendo preso al cumplir su deber: defender el Estado de Derecho, la Democracia, la Institucionalidad y darnos garantías de Seguridad.

Pero qué pasa en Colombia?

Pasa que estamos atormentados… Acobardados por una “justicia” que dejó de impartir Justicia, que se convirtió en perseguidora de esos defensores del Estado, que se alió y vendió a la criminalidad, al narcotráfico y a la mentira!
Pasa que llegamos a un Gobierno que incumplió descaradamente, que abusó de esa cifra histórica que electoralmente obtuvo, que se olvidó del rumbo que prometió continuar, pasa que se abandonó la Seguridad Democrática, pasa que ha gobernado con los menos aptos para gobernar!
Pasa que nuestros soldados están siendo perseguidos por esos a quienes ellos persiguen, pasa que la ilegalidad se tomó las esferas del Poder y hoy gobierna a sus anchas, pasa que la justicia ordinaria desconoce la labor militar, pasa que hay todo un show orquestado para desprestigiar a esos héroes!
Pasa que cerca del 85% del Ejército le teme a los procesos judiciales que tienen como claro fin el de perseguirlos y condenarlos. Pasa que ese gran Ejército no realiza operaciones ofensivas porque no quieren asumir semejante riesgo judicial. Pasa que esos “jueces” están sacando sentencias cada vez peores, en las que ellos no tienen ni idea del accionar de la Fuerza Pública, actuando de mala fe y en obediencia a una oscura ideología política que quiere meter presos a los defensores de la Democracia. Pasa que no tenemos una Justicia ni imparcial, ni autónoma, ni independiente. Pasa que los Militares no confían en esa Justicia que actúa bajo orden del narcotráfico.

No entiendo por qué pasa esto en Colombia, pero no me voy a quedar esperando y peor aún, siendo cómplice de ese silencio… Me cansé de esperar! En cualquier país “normal” no se entendería el por qué no se expresa abiertamente ese apoyo.

Yo estoy y soy agradecido! Agradecido con esos hombres y mujeres, héroes miembros de las Fuerzas Militares de Colombia! Con esos que a a diario nos garantizan a 45 millones de colombianos un día tranquilo, sin contratiempos, con garantías para tener una vida normal.

Estoy agradecido con ese joven que presta su Servicio Militar, aquel que salió del Colegio hacía el Batallón, que se entregó al Ejército y que desde allí lucha por todos; agradecido con ese que su máxima ilusión fue la de ingresar a alguna de las Fuerzas y allí defender lo que cree con convicción; agradecido con ese que alejándose de su familia, de su esposa e hijos decidió ir a proteger una región en riesgo de caer en la ilegalidad; agradecido con ese hombre que está en quietud total por semanas, en medio de una misión de inteligencia; agradecido con ese que se interna en la selva por años cargando el doble de su peso; agradecido con aquel que surca el cielo en defensa de nuestro espacio aéreo; agradecido con ese que atraviesa los mares en busca de la preservación y protección de nuestras aguas; agradecido con esa mujer que sin miedo se enfrenta a salvajes; agradecido con los mayores, que ya cumplieron la tarea y que en su momento garantizaron el orden en cada rincón del país; agradecido con esos que entregaron su vida y consagraron su muerte a la defensa de una causa! Como no estar agradecido con esos hombres y mujeres que con fiereza, astucia, ética y honestidad, son garantes y defensores de la democracia!

Y no soy el único que está agradecido, lo sé. Son millones de ciudadanos de Colombia que lo están, millones llenos de gratitud y esperanza frente a la labor de esos Héroes! Pero pocos los que nos atrevemos a decirlo y gritarlo en privado y en público.
Estoy agradecido y me moveré en todos los medios posibles para defender a ese soldado que arriesga su vida para garantizar la mía.

A Ud., soldado, héroe amigo, mil gracias!
Gracias porque por Ud., hoy estoy tranquilo.