La verdad es que hoy no pensaba postear nada, pues estoy más enfermo que perro sin vacunas. Con gripe, toz, fiebre, etc., es decir todo indica que ya me agarró el distemper o el parvovirus, pues además tengo una diarrea mental más grave que la habitual, cosa que hace que mi única neurona, esa que funciona a medias, sólo tenga facultades para pensar en limpiarse el poto.
Pero,
en medio de la pepeada antigripal y la fiebre, sumada a las pastillas,
electroshocks y demás tratamientos que en este manicomio me dan para mi locura,
he tenido una nueva revelación de esas que nos vienen a los profetas, y la
verdad que es terrorífica, pero por ahora el alma no me da para escribírselas,
así que prometo contársela mañana, sólo les puedo adelantar que es algo de
política, y que junto al supuesto terremoto grado 10 que se nos viene, el terremoto será como ir de paseo
a Disneylandia.
Pero
no quería dejarlos sin algo muy bueno que me enviaron y que es algo que, si
bien fue escrito para la realidad colombiana, al leerlo en su totalidad, se
quedarán helados al ver lo iguales que estamos de Jodidos, con el terrorismo y el
maltrato paralelo que reciben nuestros heroicos soldados y fuerzas del orden en
general por parte de ambos estados.
LA MUJER DEL
MILITAR
Esta
mujer se pregunta ¿Qué pasa en Colombia? y -entre otras cosas- responde:
Pasa
que cerca del 85% del Ejército le teme a los procesos judiciales que tienen
como claro fin el de perseguirlos y condenarlos.
Pasa
que ese gran Ejército no realiza operaciones ofensivas porque no quieren asumir
semejante riesgo judicial.
Pasa
que esos “jueces” están sacando sentencias cada vez peores, en las que ellos no
tienen ni idea del accionar de la Fuerza Pública, actuando de mala fe y en
obediencia a una oscura ideología política que quiere meter presos a los
defensores de la Democracia.
Pasa
que no tenemos una Justicia ni imparcial, ni autónoma, ni independiente.
Pasa
que los Militares no confían en esa Justicia que actúa bajo orden del
narcotráfico.
Hoy Quiero ser
vocera de la “mujer” del militar. Utilizo
este término tan español porque es, primero, una palabra que me encanta y
porque siento, además, que esta palabra abarca toda la esencia de lo que quiero
describir: es decir, a la madre, a la
esposa, a la hija y a la compañera del militar. Es una palabra que me
identifica e identifica a muchas mujeres que conozco y a otras que no conozco,
mujeres anónimas que están sufriendo y padeciendo en silencio la misma carga
que estoy llevando desde hace cinco años, y que ellas viven también como
esposas, madres y compañeras.
Estas mujeres, en su mayoría,
son jóvenes. Algunas podrían ser mis hijas. Ellas son esposas de suboficiales,
tenientes, capitanes y mayores. Pero también ya hay esposas de coroneles y
generales que están viviendo esta misma angustia.
Ellas han tenido que compartir la vocación de sus esposos, porque ser militar no es un empleo, es una vocación.
Muchas se han tenido que quedar solas en sus casas y a cargo de su hogar y de
sus hijos, mientras sus esposos parten a recónditos lugares de Colombia a cumplir labores de
orden público con incomodidades y sufrimientos, y muchas veces en completo
silencio durante largos días porque ellos, por seguridad o por estar en sitios
apartados, no pueden entrar en comunicación con nadie.
Ellas son mujeres valientes,
tan valientes como sus esposos, ya que cuando se vive de esa manera hay que
aprender a ser valiente, hay que enfrentar los problemas que se presentan sin
el apoyo de ellos. Hay que hacer de
padre y madre en muchas ocasiones y explicar a los hijos la ausencia de
un padre que ha entregado su vida a la patria porque ha jurado defenderla. Y
porque, además, quiere dejarles a ellos un país libre de terroristas
paramilitares y narcotraficantes para que sean felices y tengan un mejor vivir
y más oportunidades.
Y aunque a Ud. querido lector lo que le estoy narrando le puede parecer una vida
sacrificada y dura esta es la parte linda de la historia de la vida de la mujer
del militar! Sí, linda porque ella sabe que su esposo o su padre o su hijo han
decidido llevar esa vida de amor a la patria. Y al hacerlo ellos se están
realizando como personas. Linda, porque ella se contagia de ese patriotismo y
de ese amor a su país. Porque se
siente casada con un hombre valiente e íntegro. ¡Porque sabe que en un
país en guerra como el nuestro los héroes si existen! ¡Y porque su esposo, su
padre, su hijo o su compañero es uno de ellos!
La parte infame y cruel llega cuando, al poco tiempo o,
en nuestro caso, después de 23 años de esfuerzos y de disciplina, y muchas
veces cuando estos hombres ya están retirados y disfrutando de su vida
familiar, o trabajando en otras labores, aparece un representante de la
Fiscalía General de la Nación y lo primero que hace es privarlos de la libertad
para investigarlos porque, según algunos de esos actores, ellos “son un peligro
para la sociedad”.
Después viene la racha de acusaciones insensatas.
Acusan de delitos atroces y de “lesa humanidad” precisamente a quienes combaten
en el monte por la paz, la justicia y las libertades en Colombia. Los acusan de
haber asesinado “campesinos inocentes” como si eso de internarse en la selva no
fuera una actividad legítima, con objetivos precisos y regida por normas
militares muy estrictas. Como si dejar sus cuarteles y sus seres queridos para
ir a vivir en la manigua, en la humedad, el barro, el calor, el frío, en las
peores incomodidades, para exponerse a ser herido, o mutilado o muerto, o a
contraer enfermedades, fuera un acto banal y aventurero. No, la vida de un militar de Colombia
no es eso.
El militar de Colombia no emprende misiones para ir a ultimar civiles inocentes. Pues los frentes
guerrilleros, los campamentos terroristas, los bunkers disimulados, la
emboscada sorpresiva, los campos minados, los cultivos de droga, las caletas
marinas y submarinas, todo eso existe en nuestra geografía y esos son,
precisamente, los objetivos de las patrullas militares que protegen al país,
sin hablar de las misiones que ellas deben acometer en las ciudades contra esos
mismos adversarios.
A los que no estuvieron en un
combate preciso se les acusa muchas veces, y muchos años después, de haber dado
las órdenes de tal “agresión”, y se los muestra enseguida como responsables
“indirectos” de un crimen, o de cualquier otra cosa, aunque todo ello sea
inverosímil e incoherente respecto de los factores de tiempo y lugar. Lo que
importa es acusarlos.
En ese momento, las mujeres
tienen que sacar toda su fuerza y su valor. Sus esposos quedan detenidos y la
primera angustia es saber si serán llevados a sitios de reclusión idóneos o a
unidades militares y no a cárceles comunes y lejanas donde ellos se encontrarán
posiblemente con gente que han combatido.
Si el militar está activo le
congelan parte de su salario. Así, además, su familia queda ante un terrible
problema económico. Para seguir sosteniendo el hogar, ella tiene que ser
fuerte. Ella es el apoyo moral de su esposo en momentos en que él siente la
amargura de la injusticia que cae sobre él luego de haber entregado su vida a
un país que aparentemente lo deshonra y lo trata como un delincuente.
Lo peor no son los grandes
titulares y las noticias tendenciosas y a veces francamente tóxicas que
publican los medios. Lo más triste es saber que todo eso tiene consecuencias
psicológicas que afectarán durablemente a sus hijos, sobre todo si ellos son
menores o adolescentes. El esfuerzo principal debe ser dirigido a impedir que
la mentira se imponga y que ellos empiecen a dudar de la honorabilidad de su
padre.
Hay que hacer que ellos
comprendan otra cosa importante: que en Colombia hay una guerra que dura ya más
de medio siglo y que los enemigos de la patria, ante su fracaso militar, tratan
ahora de ganarla manipulando los estrados judiciales y que su padre es una
víctima de ese andamiaje.
Otro factor que la mujer del
militar y su familia deben encarar con seriedad es que la creencia de que todo
eso se resuelve con abogados no siempre es cierta. En muchos casos, el derecho
es impotente ante la maniobra y el sólido montaje subversivo. A pesar de que existe una defensoría
militar hay que saber que cada abogado de esa defensoría debe hacerle frente a
sesenta casos, pues ya son cerca de cinco mil los militares detenidos.
En esas circunstancias, muchas veces toca conseguir un abogado particular sin
tener recursos.
El sufrimiento que están teniendo las mujeres de los militares
colombianos es un dolor desconocido por el país. Ese dolor se extiende
a sus hijos, a sus familias y a sus amigos. Sin embargo, parece como si todo el
mundo ignorara que ese dolor existe. Yo sé de qué hablo.
Lo entiendo porque es mi propio
dolor. Es el dolor que genera el atropello, es el dolor que se desprende de la
infamia, es el dolor de emana de la arbitrariedad y de la crueldad de una
minoría extremista y desalmada.
Es el dolor de la INJUSTICIA!
En esta noche de desvelo, en la que estuve orando
y pidiendo a Dios, como hago desde hace cinco años, para que mi alma no se
llene de resentimiento, he decidido redactar estas líneas a manera de homenaje
a todas las mujeres de militares que conozco y que no conozco, pero que
existen. Fuerza a ellas en su lucha.
QUE PASA QUE EN
COLOMBIA NADIE DICE NADA? YA NO MAS SILENCIO!
Vemos como condenan a nuestros
héroes y nadie dice nada…
Nos indignamos en esta Nación
cuando se pierde un partido, cuando cierran una calle, cuando hay tráfico …
Pero callamos cuando el atropello es contra nuestros héroes, contra nuestras
FF.MM.!
Acá los medios han comenzado a
callar, modifican, cuentan a medias o tapan cuando el afectado es ese héroe
anónimo que nos defiende allá internado en la selva. Que peligro y que
desilusión…
Cuando me sentaba a hablar con mi abuelo, Antonio Martínez Gil (QPD),
hablaba con tanto honor, respeto y admiración por ese Ejército Nacional que
transmitía esa pasión en cualquiera de sus historias.
Qué pasa en Colombia que ya no tenemos esa pasión y admiración?
Qué ha pasado? Que tanto hemos
cambiado para olvidar a ese héroe que desde la selva, permite que nosotros
estemos tranquilos?
Nos escandalizamos porque hubo
un cambio de horario en un programa de TV, pero nos hacemos los tontos cuando
escuchamos que a ese Soldado anónimo lo están poniendo preso al cumplir su
deber: defender el Estado de Derecho, la Democracia, la Institucionalidad y
darnos garantías de Seguridad.
Pero qué pasa en Colombia?
Pasa que estamos atormentados…
Acobardados por una “justicia” que dejó de impartir Justicia, que se convirtió
en perseguidora de esos defensores del Estado, que se alió y vendió a la
criminalidad, al narcotráfico y a la mentira!
Pasa que llegamos a un Gobierno que incumplió descaradamente, que abusó de esa cifra histórica que electoralmente obtuvo, que se olvidó del rumbo que prometió continuar, pasa que se abandonó la Seguridad Democrática, pasa que ha gobernado con los menos aptos para gobernar!
Pasa que llegamos a un Gobierno que incumplió descaradamente, que abusó de esa cifra histórica que electoralmente obtuvo, que se olvidó del rumbo que prometió continuar, pasa que se abandonó la Seguridad Democrática, pasa que ha gobernado con los menos aptos para gobernar!
Pasa que nuestros soldados
están siendo perseguidos por esos a quienes ellos persiguen, pasa que la
ilegalidad se tomó las esferas del Poder y hoy gobierna a sus anchas, pasa que
la justicia ordinaria desconoce la labor militar, pasa que hay todo un show
orquestado para desprestigiar a esos héroes!
Pasa que cerca del 85% del
Ejército le teme a los procesos judiciales que tienen como claro fin el de
perseguirlos y condenarlos. Pasa que ese gran Ejército no realiza operaciones
ofensivas porque no quieren asumir semejante riesgo judicial. Pasa que esos
“jueces” están sacando sentencias cada vez peores, en las que ellos no tienen
ni idea del accionar de la Fuerza Pública, actuando de mala fe y en obediencia
a una oscura ideología política que quiere meter presos a los defensores de la
Democracia. Pasa que no tenemos una Justicia ni imparcial, ni autónoma, ni
independiente. Pasa que los Militares no confían en esa Justicia que actúa bajo
orden del narcotráfico.
No entiendo por qué pasa esto
en Colombia, pero no me voy a quedar esperando y peor aún, siendo cómplice de
ese silencio… Me cansé de esperar! En cualquier país “normal” no se entendería
el por qué no se expresa abiertamente ese apoyo.
Yo estoy y soy agradecido!
Agradecido con esos hombres y mujeres, héroes miembros de las Fuerzas Militares
de Colombia! Con esos que a a diario nos garantizan a 45 millones de
colombianos un día tranquilo, sin contratiempos, con garantías para tener una
vida normal.
Estoy agradecido con ese joven
que presta su Servicio Militar, aquel que salió del Colegio hacía el Batallón,
que se entregó al Ejército y que desde allí lucha por todos; agradecido con ese
que su máxima ilusión fue la de ingresar a alguna de las Fuerzas y allí
defender lo que cree con convicción; agradecido con ese que alejándose de su
familia, de su esposa e hijos decidió ir a proteger una región en riesgo de
caer en la ilegalidad; agradecido con ese hombre que está en quietud total por
semanas, en medio de una misión de inteligencia; agradecido con ese que se
interna en la selva por años cargando el doble de su peso; agradecido con aquel
que surca el cielo en defensa de nuestro espacio aéreo; agradecido con ese que
atraviesa los mares en busca de la preservación y protección de nuestras aguas;
agradecido con esa mujer que sin miedo se enfrenta a salvajes; agradecido con
los mayores, que ya cumplieron la tarea y que en su momento garantizaron el
orden en cada rincón del país; agradecido con esos que entregaron su vida y
consagraron su muerte a la defensa de una causa! Como no estar agradecido con
esos hombres y mujeres que con fiereza, astucia, ética y honestidad, son
garantes y defensores de la democracia!
Y no soy el único que está
agradecido, lo sé. Son millones de
ciudadanos de Colombia que lo están, millones llenos de gratitud y esperanza
frente a la labor de esos Héroes! Pero pocos los que nos atrevemos a decirlo y
gritarlo en privado y en público.
Estoy agradecido y me moveré en
todos los medios posibles para defender a ese soldado que arriesga su vida para
garantizar la mía.
A Ud., soldado, héroe amigo,
mil gracias!
Gracias porque por Ud., hoy
estoy tranquilo.